Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1858-1860 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 14 de febrero de 1859
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 52, 1.227, 1.228
Tema: Proposición de Sagasta sobre el expediente de 1.854 de las 130.000 cargas de piedra para obras del canal de Manzanares

El Sr. SAGASTA: Si no fuera porque el Reglamento preceptúa hasta cierto punto el apoyo de la proposición que presento a los Sres. Diputados; si además la costumbre constantemente seguida, no me impusiese en cierto modo esta obligación, me abstendría yo de apoyar la que he tenido la honra de presentar a la consideración del Congreso. Pero por seguir esta costumbre, y más que por seguirla, por cumplir con aquel precepto, diré cuatro palabras en manifestación de las consideraciones que dan motivo a presentarla, iguales seguramente, Sres. Diputados, a las que tendréis vosotros para aprobarla.

Apenas habrá ningún Diputado de los que me dispensan la benevolencia de escucharme, a cuya noticia no haya llegado lo que ya consta en los periódicos diversamente comentado, y en las conversaciones y círculos, acerca del expediente de que habla la proposición de que me ocupo en este momento, expediente sobre el cual no aventuramos nuestro juicio, ni los que hemos firmado la proposición, ni los demás Diputados progresistas en cuyo nombre se ha presentado, y que yo, el ultimo de todos, he tenido inmerecidamente el encargo de apoyarla; ni unos ni otros de ninguna manera prejuzgamos la cuestión que en el expediente pueda venir. Y no solamente no prejuzgamos la cuestión que pueda venir en ese expediente, sino que, si de algo sirven mis súplicas, os suplico, Sres. Diputados, que suspendáis el juicio que hayáis podido formar acerca de esos rumores, hasta que, viniendo aquí el expediente, como creo que lo acordareis, podáis examinarle detenidamente, y con la imparcialidad que deben los Representantes del país.

Esos rumores, señores, que en un principio se hallaron encerrados dentro de los estrechos muros del Ministerio de Fomento, que hoy están limitados por las cercas de Madrid, circularán mañana, si no han circulado ya, por todos los ámbitos de la Península, para aumentar la desconfianza que desgraciadamente se ha apoderado de todos, y ese desasosiego y malestar que reinan en el país. De todos los grandes deberes que impone la misión de Representantes del pueblo, no hay ninguno más importante que el de vigilar y procurar por la buena administración de los intereses del país, y por la justa y cumplida inversión de los fondos públicos. Pero este deber no sería completo si una vez conseguida aquella buena administración y aquella justa inversión, no se extendiese a demostrar palmariamente esto mismo al país, porque en esto como en todo, y más que todo, no basta ser bueno, es preciso parecerlo. Y que el país tiene desconfianza, lo sabéis, Sres. Diputados; y también sabéis que esa desconfianza está plenamente justificada, no tanto por lo que ha visto como por lo que ha oído; porque la verdad es que por circunstancias que no es del caso examinar, pero que son muy lamentables, y que lo serán quizá más en el porvenir, aquí no ha habido lucha política apenas; aquí, a falta de lucha política, a falta de oponer principios a principios, sistema de gobierno a sistema de gobierno, se ha ido más allá; el ataque se ha convertido; señores, en ataque muy grave, en lo que más puede afectar tanto a los particulares como a los partidos, unas veces con injusticia, quizá todas, inventando otras veces escándalos, y las más veces exagerando los hechos. Pero la verdad es que el país ha presenciado todo esto, que al país se le ha hecho dudar; y el deber de los Diputados, el deber de los Representantes del país es examinar si los sacrificios que se le imponen tienen justo y recto destino; y si esto no es así, no tolerarlo, sino hacer que se imponga el condigno castigo a quien se haya hecho acreedor a ello.

Sin ir más lejos, señores, el actual Presidente del Consejo de Ministros levantó no ha mucho tiempo una bandera, y en ella estaba escrito el lema de la moralidad. ¿Y contra quién se levantaba esa bandera, señores Diputados? Contra una Administración. Pues hasta ahora, no sabemos si el general O'Donnell tenía razón al levantar esa bandera, escribiendo en ella el lema de la moralidad, o si la tenía aquella Administración. (El Sr. Rances: Las Cortes Constituyentes pudieron decirlo.) Hasta ahora no saben los Sres. Diputados si la [1.227] palabra moralidad que se escribió en aquella bandera lo fue con justicia, o si fue solo un pretexto para derribar aquella situación. Pero la verdad es que el país, hoy lo mismo que entonces, cree estas cosas, y debe creerlas, porque se trata, señores, de enemigos que hoy se atacan de esa manera, y que ayer fueron amigos. Por eso es necesario que nosotros procuremos desarraigar esa preocupación Y a esto, señores, va encaminada la proposición que hemos tenido la honra de presentar al Congreso, sin prevención de ninguna especie, sin animosidad de ningún género, sin afección personal ni pasión de ninguna clase.

Iguales razones que hemos tenido nosotros para presentarla, las tenéis vosotros, Sres. Diputados, para tomarla en consideración. Hoy estamos guiados por un mismo deber; lo mismo los Diputados que hacen la oposición en los bancos de la izquierda, que los Diputados que hacen la oposición en los bancos de la derecha; lo mismo los pocos Diputados progresistas que formamos en las filas de la oposición, que los muchos moderados que tan unánimemente, con tanta homogeneidad, y de una manera tan compacta forman la mayoría. Votadla, pues, Sres. Diputados; votadla en cumplimiento de vuestro deber, para satisfacción de vuestros comitentes, y en desagravio de la moralidad pública, que anda como vergonzosa a causa de tales comentarios.

El Sr. CALDERON COLLANTES: Tengo pedida la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: Si el Congreso lo tiene a bien, se suspenderá este debate y continuará la orden del día.

El Sr. CALDERON COLLANTES: No veo motivo para que se suspenda esta discusión. Yo hablaré, y mientras tanto hay tiempo para que venga esa persona.

El Sr. SAGASTA: Como autor de la proposición y aludido por el Sr. González Brabo, debo manifestar que por nuestra parte no hay inconveniente alguno en que la discusión se suspenda para que se dé toda la publicidad y latitud que sea necesaria y pueda convenir.



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